ESPECIAL SVENGALI
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Lo primero fue una novela de George Du Maurier (pariente de la también escritora Daphne, muy apreciada por don Alfredo Hitchcok, y responsable, entre otros, de los libros Los pájaros, Rebeca o Posada Jamaica). Y no llevaba el nombre de Svengali, que se llamaba Trilby, aunque el indudable magnetismo del malvado terminase por imponerse. Allí, en esas páginas, nació este célebre hipnotizador, pequeño y olvidado mini-mito del cine de miedo, que hoy traigo acá al Desván.
La obra literaria, qué quieren, siempre me pareció poquita cosa. Meliflua historia de artistas británicos y bohemios en el París finisecular (del XIX, claro está), rehuye el tono fantástico que pudo redimirla y opta por cierta cursilería inane. Centrada en las peripecias más bien sosas de los jóvenes protagonistas, parece olvidarse del gran Svengali, única atracción de la función.
TRILBY
Director: Maurice Tourneur. Con Clara Kimball Young, Wilton Lackaye, Chester Barnett, Paul Mc Allister. USA, 1915
La primera adaptación al cine que se conserva -hay otras dos anteriores- la realiza en 1915 don Mauricio Tourneur, el papá de Jacques el de Yo anduve con un zombie, y se basa en la obra de teatro generada por la novela; de hecho los actores son casi los mismos. Como Rasputín, el místico peludo, Svengali atesora tras sus barbas, roñas y melenas, la capacidad de fascinar a las mujeres mediante sus poderes magnéticos. Mesmeriza así a la bella y atolondrada Trilby, y a cambio de posesionarse de su ser y dejarla en estado vegetativo, la convierte en prodigiosa diva de la Ópera y se casa con ella, muñeca sin alma.
Don Maurice empieza en tan temprana fecha a alejarse del modelo teatral, aunque no puede evitar el abuso de planos medios y generales. Como en el libro, se desdeña la figura de Svengali, en realidad la única alegría del filme, empeñándose en mostrar las hazañas insignificantes de la bohemia parisina. Gesticulaciones, señores de luengas patillas, grandes barbas y colores en sepia dominan la acción, algo desvaída y falta de sustancia. No ocurrirá lo mismo en el primer remake sonoro...
SVENGALI
Director: Archie L. Mayo. Con John Barrymore, Marian Marsh, Donald Crisp, Bramwell Fletcher. USA, 1931
Archie L. Mayo sabe ver bien que el atractivo de la historia no reside en las tontunas de los jovenzuelos, sino en la pérdida del yo y la posesión fatal que experimenta la infeliz Trilby. Su Svengali se centra en la figura del malvado, contando para ello con el grandísimo actor John Barrymore, miembro de una estirpe sagrada que compone aquí un personaje inolvidable.
Transcurre en un París de cartón piedra, de tonos expresionistas, donde ninguna pared es recta y ningún techo permanece horizontal sobre nuestras cabezas; sólo las sombras definen la ciudad. El hipnotizador deambula por sus calles, tortuosas como sus malos designios, mal iluminadas, como su alma oscura, artificiosas y embusteras como su misma naturaleza.
En prodigioso traveling, de esos que hacen historia del cine, la mirada profunda del malvado sale de su buhardilla para recorrer los tejados del París encantado y penetrar por la ventana en la humilde estancia de la hermosa Trilby. Desde entonces no conocerá la chica otro dueño, reducida su existencia a la de una sombra más, sin voluntad ni recuerdos. Tiniebla, recoveco, oscuridad, no queda otro futuro en la vida de la cantante que recorre Europa de la mano celosa de su enamorado verdugo.
Contada con los modos gloriosos del fantástico, es este el filme que hace ingresar a Svengali en el panteón de Mitos Menores que tanta veneración suscita en esta casa. Una película ejemplar, recital interpretativo del poderoso Barrymore, que se adueña por completo del filme. Y nosotros, amantes del exceso y lo extraordinario, no tenemos más remedio que rendirnos a sus pies y agradecérselo. Por siempre, que la fidelidad del fanático es así de contundente y eterna...
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